martes, 8 de octubre de 2013

Vuelvo

Vuelvo con historias, con el corazón repartido en mil pedazos, con una estrella en la frente y con el alma algo cansada, con esperanzas, con aventuras vividas. 

Vuelvo con canciones, con recetas, con palabras, ambar y perlas, con experiencias y aprendizajes, con leyendas, con las zapatillas rotas, tristezas y alegrías, euforia y paz. 

Vuelvo con anécdotas, con ganas de admirar mi lago y mi volcán. Con ganas de trajinar mi ciudad, comer pebre y tomarme una escudito bien helada.

Vuelvo con ganas de compartir con mi gente.

Vuelvo con planes y con sueños.

Por unos meses vuelvo a Chile.

¡Ahí nos vemos!





viernes, 23 de agosto de 2013

Locombia

Llevo más de dos meses en Colombia. Y más de diez meses ya de viaje. A veces no entiendo a donde se me va el tiempo, debe ser porque me paso revolviendola.

Amanecer en Gestsemaní. Julio 2013.

Colombia es la cumbia. Cuando me levanto en las mañanas siento como que todas las energías del universo están en este país en este momento. Fuerte, ¿no?, pero es que en verdad lo tiene todo, desde café hasta vallenato, desde cocaína hasta esmeraldas. La gente es trabajadora y alegre, amable y generosa. Me encanta que me hagan sentir como en casa.

He paseado por la costa norte del país. Cartagena es mi centro de operaciones, donde está mi barrio y donde voy a pasar el cumpleaños con mis amigos nuevos. 

Pero aparte de Cartagena estuve en un pueblo de 200 habitantes llamado Minca trabajando en un restaurante (cuando no trabajaba caminaba por el campo y comía mangos en el rio), en una playa hiper turística donde el negocio anduvo bien movido (conseguí unas cosas bien bonitas y poco a poco me voy desprendiendo de ciertas posesiones), y en Riohacha, en la zona de La Guajira, donde el río se une con el mar (viviendo en la casa de la familia de un amigo, cocinando pescado y haciendo las tareas con los niños). 

¿Minca o Hobbiton?. Agosto 2013.

Volví a Cartagena a trabajar en un hotel por unos días y el lunes parto a Venezuela, el 6 de septiembre tengo que salir del país para tener tres meses más de visa. 

Me ha gustado Locombia, me la he pasado loqueando. 

He aprendido como no se imaginan.

Seguiré recorriendo este país un par de meses más, es demasiado grande y rico, les seguiré contando como va todo.





martes, 2 de julio de 2013

Fantasmas de Carnaval

Honduras, tenía tantas ganas de conocer ese país. Estuve como dos semanas. Por la capital solo pasé. Un poco caliente la zona, me mantuve en la costa pacífica del país, en donde estaban los carnavales.

Se armó un grupo bien entretenido, con catrachos (hondureños), chapines (guatemaltecos), salvadoreños, un mexicano, un italiano, ¡hasta una canadiense y una francesa andaban por ahí!.

Llegamos de noche a La Ceiba. Yo, acompañada de la banda, caminando con todas las pertenencias, por las calles oscuras de una ciudad desconocida, sin ningún temor. Era divertido porque al final todos los chiquillos me cuidaban un montón y yo los cuidaba también, era como su consejera emocional, costurera, profesora, y un largo etcétera. En realidad en todos los lugares donde he llegado he ido encontrando amigos y amigas con los cuales nos apoyamos y cuidamos las espaldas. Las categorías de personajes se van repitiendo: las comadres, los guardaespaldas, los fans, y las ratas.

Les contaba en la entrada anterior que lo más interesante de los carnavales es que todos los días de la semana había "carnavalitos" en diferentes barrios, y terminaba la semana con un gran "carnavalón" en el centro. Entonces se pasea harto, se conocen un montón de lugares y barrios y la masa nómade de comerciantes se va moviendo y encontrando en todos lados.


La Ceiba, 2013.

La banda se disgregó, varios volvieron a sus hogares, otros partieron rumbo a zonas más turísticas de Honduras, como Roatan. Yo partí con tres rastudos a Saba. Camino hacia allá me contaban como la zona estaba dominada por el narco, y que, a pesar de la prohibición en la región para portar armas, todos andaban armados. Lo bueno es que como el pueblo lo cuidaban los narcos era muy seguro. Otra semana de carnavales. Nos encontramos con varios amigos de La Ceiba. Caminé por el pueblo y disfruté de su tranquilidad.

Tarde de río con los rastudos. Saba, 2013.

Y terminaron los carnavales. Los últimos días en Honduras los pasé en Tela. Una ciudad con una playa paradisíaca. Lamentablemente no tengo fotos. Estuve todo el tiempo tumbada en la arena. Descansando y despidiéndome de un país que me sorprendió en todos los sentidos y al que tendré que volver en algún momento. Quedé al debe con Honduras.

Tomé un bus de Tela a San Pedro Sula, se San Pedro Sula a Tegucigalpa, de Tegucigalpa a Managua, de Managua a San José, de San José a Ciudad de Panamá. De Panamá un vuelo a Cartagena de Indias. En tres días pasé de centroamérica al caribe colombiano. 

En Cartagena me junté con mi amiga, intercambiamos abrazos y noticias. 

Ahora me instalé en esta ciudad. Ya encontré el nido de ratas más barato para vivir y la seño que vende almuerzos a dos dólares. Tengo conquistados a los chiquillos de mi almacén de la esquina. Estoy haciendo barrio en Getsemaní, que fue límite de la ciudad por muchos años, y  está lleno de casas patrimoniales donde, a diferencia del centro histórico, aún viven los viejos habitantes del barrio, al atardecer se sacan las sillas a la vereda, se toma cerveza en la plaza y los vecinos cierran la calle para jugar beisbol todos los domingos y festivos.

Lo genial es que es caribe, pero es sudamérica. Tiene un poco de ambos. Empiezan a aparecer los viajeros del sur, argentinos, peruanos, chilenos. Empieza a aparecer el mundo inca. Y yo, ubicándome y aprendiendo nuevos códigos, pero sintiéndome como en casa.

Mi barrio.

lunes, 20 de mayo de 2013

¡Chao Guatemala!

Cuando escribí la entrada anterior me dije a mi misma, "misma, la próxima entrada la escribes cuando salgas de Guate". Han pasado dos meses. Y un millón de cosas.

Quedamos saliendo de la selva y el camping en el lago. A fines de marzo. Fuí de camping. A donde nunca llegué fue a La Antigua de vuelta para la Semana Santa. Flores me atrapó. 

Atardecer en el lago Petén Itza.

Estuve tres semanas más en Flores, una isla en el lago Petén Itza. Recorrí sus alrededores. Conocí gente linda. Callejie y callejié. Y desde allí me fui a conquistar la capital.

A la Ciudad de Guatemala ni siquiera pensé en pasar. Todo el mundo me decía que era tan peligroso que no se podía ni salir a la calle. El punto es que cuando a una le gusta el callejeo y camina horas de horas por la ciudad con esa provinciana costumbre de saludar a todo el mundo, la ciudad más peligrosa se transforma en un espacio amable. Estuve tres semanas en la capital. Es una verdadera maravilla. Yo conmovida todo el rato porque pucha que se parece a Santiago, las galerias, la mezcla de arquitectura, las pintadas en la calle. Se nota que es un territorio en disputa. Se lee en sus muros su historia reciente. Arte, cine, charlas, museos. Vida de ciudad. No me acordaba que la extrañaba. Ahí me fui a un congreso sobre culturas de la antigüedad, descubrí que mi cámara de fotos no tenia arreglo y me hice de una nueva (usada) ayudada de los fotógrafos de la Plaza de Armas (Parque Central).

Posando junto a las pintadas de la Ciudad.

Tres semanas en Petén, tres más en la Ciudad. De ahí al lago Atitlán otra vez (me gustan los lagos y qué). Estuve dos semanas en un pueblo que se llama San Pedro la Laguna. La gracia de San Pedro es que por ser tan turístico tiene todos los servicios básicos en muy buen pie (hasta pasé por el consultorio por un pequeño malestar y a pesar de ser una experiencia bizarra el lugar estaba impecable y me atendieron muy bien). La gracia también es que las calles son chiquitas y el pueblo está lleno de rincones donde ocultarse de las hordas de gringos e israelies.
Amanecer en el lago Atitlan.

Tres meses en Guatemala. Dicen que cuando uno toma agua de allá se queda pegado. Todos los lugares me iban atrapando. Y yo decidí dejarme atrapar. Prolongar el viaje hasta nuevo aviso. Empezar a trabajar (ando cantante, costurera y mercanchifle). Seguir paseando.

Llegué antes de ayer a Honduras. Estoy en una ciudad llamada La Ceiba donde cada día hay carnaval en un barrio diferente. Música y mucho movimiento en un pequeño pueblo a la orilla del Atlántico. Vi el mar y casi me pongo a llorar, extrañaba el olor a sal y el sonido de las olas. Se respira caribe y la cultura garífuna. 

Sigo feliz con la aventura, conquistando nuevos lugares y aprendiendo cosas nuevas en cada destino.

Desde Centroamérica les mando saludos, cariños y abrazos.



sábado, 23 de marzo de 2013

Me gusta Guatemala.

No me doy ni cuenta como pasa el tiempo. Han pasado 5 meses desde que salí de mi Frutillar. Lo he pasado chancho. He conocido lugares maravillosos. Me muevo, me estaciono, me vuelvo a mover. Conozco gente linda todos los días. A veces me siento perdida. A veces me da miedo. Pero me sigo moviendo.

Este mes en Guatemala ha estado de lujo. Entre paseos y descanso como les contaba la otra vez. 

Fuí al Lago Atitlán. Conocí el mercado de Chichicastenango. Estuve en el campo tostando café. Partí al centro del país en un lugar llamado Semuc Champey, con nueve piscinas naturales, y unas cuevas, ahí pasé un día completo en bañador andando por el rio. Me sentí como Gollum.
Semuc Champey

Terminó el mes de renta de mi cuarto en Antigua. Agarre mis cinco pilchas y me vine para el norte del país. El centro de operaciones ahora es la isla de Flores. Me vine pensando en ir a Tikal y conocer un poco. Y la verdad es que me ha encantado.

Estoy en un hostal muy buena onda. Me recibió Daniela y Matías, mis nuevos amigos chilenos. Dejé la mitad de mis pertenencias en el hospedaje y con dos calzones y un pantalón partí a la selva. Lo lindo de acá en el hostal de Flores es que la gente que circula trae muy buenos datos sobre los alrededores. Me habían contado que Uaxactun bien valía una visita, pero cuanto te cuentan las rutas, como llegar, los precios, donde alojarse, no queda otra que agarrar la mochila y partir.

Uaxactun queda a 23 kilómetros al norte de Tikal. Es una aldea de mil habitantes. Sale un bus a las 6 de la mañana y llega un bus a las 5 de la tarde. En la plaza andan los caballos, chanchos, gallinas y pavos reales. La aldea queda en medio de un sitio arqueológico maya. Los niños juegan entre la selva y los adultos extraen las riquezas de la jungla. No hay electricidad y el calor es abrumador. 

Uaxactun. Ruinas y selva.

Apenas llegué me fui a ver atardecer en el observatorio astronómico maya. Ahí uno se queda pegado porque como estás en la mitad de la selva las estrellas se ven maravillosas. Hay que andar con un palo siempre para espantar a las serpientes y con una velita para alumbrar el camino cuando se esconde la luna. La selva es peligrosa y hay que andarse con cuidado.

Me gustó tanto, para variar siento que las palabras se me quedan chicas. Uno camina y se mete a los templos. La historia está viva y las ruinas están en uso. Eso me encantó. Llegué además para el equinoccio. La verdad es que yo ni idea tenia. Se armó un escenario en la plaza con bailes tradicionales y el animador más bizarro que he visto en mi vida. Antorchas, danzas, comida y bebida (delicioso el Chumpiate, chicha local, yo prové la de caña y maiz).

Luego de pasar una noche en la selva (haciendo un tour nocturno por las ruinas), empezó a clarear. En la ruina del observatorio instalaron una tarima para que la gente no se subiera a la pirámide. Pero yo vi el equinoccio desde el suelo, porque un chamán estaba haciendo una limpieza, mientras quemaba copal y semillas. Justo cuando terminó de escupirnos aguardiente en la cara, nos dijo que la ceremonia había terminado y que era hora de ver salir el sol, que pasaba perfecto por atrás de la pirámide central. No pude evitar soltar un lagrimón.

Me llegó la hora de conocer Tikal. Fui dos veces. Caminé como loca. Me subí a todas las pirámides que se cruzaron por mi camino. Vi la inmensidad de la selva. Descubrí el poder de los mayas. Quedé impresionada, me pasa que me acuerdo y me vuelvo a conmover.

Muy lindo Tikal.

Y ahora volví a Flores. Pasaré unos días de camping en el lago. Volveré a Antigua para Semana Santa. Salgo de este maravilloso país el 1 de abril rumbo a Honduras. 

Con nostalgia lo dejaré como voy dejando todos los lugares. Pero me llevo un pedacito de selva conmigo.

lunes, 25 de febrero de 2013

Que linda que es La Antigua.

Llegué a un hostal Bueno, Bonito y Barato. Costaba 40 quetzales una cama en un cuarto compartido, con wi fi, derecho a cocina y agua caliente las 24 horas. Ahí conocí a Marina, una chica de España que viene viajando y trabajando como restauradora desde hace como un año. Le conté que estaba buscando un cuarto para el mes completo y se anotó inmediatamente en la misión.


Mis pertenencias son cada vez menos. 
Vaciar mi mochila en el closet fue un ejercicio casi ridículo.


Compartimos un cuarto en una casa que queda al lado de las Ruinas de San Jerónimo, a dos cuadras del Mercado, y a cinco de la Plaza Central. 100 dolares el mes. Con las mismas comodidades del hostal. Está fantástico. Llevo una vida de lo más relajada. Me levanto con calma, voy a la feria, leo, escribo, tomo fotos y duermo siestas. Aunque, obviamente, La Antigua es solo el centro de operaciones, han habido varios paseos.

Primero fui al carnaval de Mazaltenango. Llegar fue una aventura. Salir de ahí, otra aún mejor.


Aquí en Guatemala existen varias formas de movilizarse entre las diferentes ciudades. Al ser uno de los países con más violencia del mundo, decidí irme con calma y no hacer dedo. Por lo que las posibilidades se reducen a "shutter" (van que moviliza a los turistas entre una y otra ciudad) o "chicken-bus" (el clásico interubano, aunque de clásico estos no tienen nada).

Bus gallina por las calles de La Antigua.

Para Mazaltenango pagué el noviciado y me fuí en shutter hasta Quetzaltenango. De ahí un bus gallina me llevaría hasta el carnaval. Demás está decir que el bus gallina es una alternativa bastante más económica. Pero siempre hay que preguntar a alguien el costo del pasaje para que no te traten de cobrar más por ser extranjera.

He de confesar que el carnaval me pareció bastante más soso que el trayecto en micro. Estaba la locura en la ciudad, obvio, pero el reggeaton, las minas en bikini, la gente tirándose agua, no sé, no me movió mucho. Quizás me estoy poniendo fome, pero les confieso lo pasé mucho mejor arriba del interurbano local. Por eso la vuelta la hice solo por este medio. Y es así también como pretendo moverme por Guatemala lo más que pueda.

Me sentí en Santiago por un momento. Ahí, donde el bus gallina soltaba la tierra sobre la que pasaba, donde paraba a cada rato a subir más gente que inexplicablemente cabía, todos ahí, bien apretados. Los colores, los paisajes, la música de terror (llegó a sonar "Proyecto Uno"). Me encantó. Lo pasé la raja. Mucho mejor que el carnaval.

En bus gallina me fui también en San Antonio Aguas Calientes, muy cerca de La Antigua, pueblo muy famoso por su mercado de telas. La verdad es una maravilla. Tan lindo como La Antigua, me mojé los piecitos en un manantial y vi un poco del campo Guatemalteco.

Depués subí un volcán. Y estuvo increíble.

Con mi colega Marina nos invitaron a un cumpleaños donde ninguna de las dos conocía a nadie. Como mi nueva compi es igual de pelusilla que yo, obviamente nos quedamos hasta el final, conversando con los típicos prendidos que hay en todos los carretes. Esos que no se van hasta que los echan. Llegado un punto de la noche (y de las chelas, y de los pitos...) la banda con la que compartíamos nos suelta que el día sábado subirán el volcán Acatenango. Marina y yo saltamos. ¡Era una oportunidad única!. Subir el volcán en grupo, ibamos en auto, nos llevaba un guía que conocía el camino. Ninguno era escalador. De hecho al poco andar nos dimos cuenta de que ninguno hacia este tipo de actividades muy seguido. Fueron 6 horas de subida, bastante empinada, de tierra suelta, de sudor, de cansacio... Durante el último tramo daba un paso y me detenía, otro paso y me detenía. Las putas ganas son las que al final te mantienen moviéndote, ahí cuando las piernas ya no te responden. 

Yo puedo. Tranquila. A tu ritmo que no hay apuro. 

Viendo al volcán Fuego echar humo desde la cumbre del Acatenango.

Lo que sentí cuando llegué arriba no se los puedo describir con palabras. Una felicidad inexplicable, una plenitud maravillosa. Creo que se lo pueden imaginar. La bajada estuvo durísima, 4 horas más. Los paisajes, simplemente maravillosos. Al final las piernas no me respondían. Tomamos unas chelas, una ducha y a dormir. 

El domingo sería un domingo verdadero. De esos en pijama. De hecho fui en pijama a comprar al almacén del frente (mi única actividad del día, aparte de leer y subir fotos al facebook). 

Ya me siento una habitante de La Antigua. Al menos así será hasta el 14 de marzo cuando termina la renta de mi cuartito. Después: Tikal.

lunes, 11 de febrero de 2013

Volando vengo, volando voy.

Amé Chiapas. Para mí fue lejos lo más lindo de México. Tiene una energía super especial. A pesar de que hay muchos turistas se conserva un ritmo de vida pueblerino y tradicional.

Fuí a una iglesia que se mueren. Queda en un pueblo llamado San Juan Chamula. Nunca había visto algo igual. No tiene bancas y todo el suelo está cubierto de unas ramas como de pino. Las esculturas de los santos son rarísimas y los indígenas a pata pelada hacen sus rituales de sanación con velas (muchísimas), gallinas (vivas) y coca-cola (freak).

Estuve en otro pueblo, uno indígena, llamado Chenalhó. Era la persona con la piel más blanca. El pueblo estaba bello y el camino entre los cerros para llegar, una maravilla. Eso sí a ratos me sentía un poco incómoda por como me miraba la gente. Algunas personas eran super amables, pero otras miraban con gran desconfianza.
Chenalhó. Como viajar en el tiempo.

Me alojaba en San Cristobal de las Casas, ese era el centro de operaciones en Chiapas, conocí a unos hippies de lo mas buena onda que me enseñaron a viajar más ligero y a preparar mole. Dejé ese lugar con mucha nostalgia. Tan re buena para encariñarme que soy. Solo la expectación de los nuevos destinos me mantienen en constante movimiento.

Por Yucatán anduve a dedo. Es super seguro porque al ser una zona tan turística hay controles de policia todo el tiempo y mucho movimiento. Vi el imponente Chichen Itza, me bañé en unos cenotes, conocí la ciudad blanca de Mérida, disfruté de la gente y las playas de Tulum, estuve una tarde completa flotando y tomando chela en la laguna de Bacalar, unos monos comieron de mi mano en Belice, volé por Flores prometiendo volver y ya estoy en Antigua, Guatemala. Mañana parto a Mazatenango a ver el carmaval. De ahí la idea es estacionarme un poco acá. De nuevo necesito parar un poco. Uno se nutre con la gente y la belleza, pero cansa lidiar con la adrenalina, el miedo y el constante movimiento. Por eso voy parando de cuando en vez. Vacaciones de las vacaciones.
Salgo regia, acéptenlo.
Yo ya sabia que me gustaba viajar. Pero me he dado cuenta que me gusta demasiado. Mis pies están llenos de durezas y ampollas. Mi mochila cada vez más liviana. Mi cerebro está lleno de información, y mi corazón maravillado de tanta belleza. 

Mi próximo plan depues del carnaval  es estar el 1º de junio en Bogotá reuniéndome con mi amiga Maida. Lo que pase entremedio no lo sé. Pero se los iré contando.

¡Saludos y buena suerte! 

domingo, 27 de enero de 2013

Tequixquiac, Xalapa y Oaxaca

Y me fuí de Guanajuato, no sin antes probar el mescal. Era justo lo que mis adoloridos músculos necesitaban. Le vino muy bien a mi cansado cerebro. Puede transformarse en una adicción peligrosa así que mejor me voy con cuidado.
 
Tequixquiac es un pueblo chiquitito que queda en el Estado de México. No hay transporte directo desde Guanajuato así que hice una posta de buses para llegar. Cada bus era más chico que el anterior. Cada pueblo donde tomaba bus era más chico que el anterior.
 
Al ir metiéndome por los caminos se empiezan a ver las milpas, y también las fábricas de cemento y las petroleras, que tienen muy contaminados los rios. Todos capitales extranjeros, faltaba más. A pesar de eso se respira campo.  El clima es bastante seco pero estos mexicanos hacen magia con el agua.
 
Extrañaba la naturaleza, el cuerpo me pide a veces. La casa de Marlon y Blanca queda a 10 minutos caminando del centro de la ciudad. Tienen gallos, gallinas, perritos, gansos y un huerto. El agua que se toma es de manantial. Son unos hippies de tomo y lomo que trabajan duro para darle a su hija una buena vida. Me ofrecieron una isla de calma en mi trajinado viaje. La casa estaba llena de música, amigos y conversación. Conocí gente cariñosa que se preocupa de la tierra y de los demás.
 

 
De ahí partí a Xalapa. Yo queria ir a Veracruz pero alguien me dijo que mejor Xalapa. No tengo muy claro quien me lo recomendó, pero acertó 100%. Es una ciudad algo grande pero con ritmo de pueblo. Ahí me recibió Eren, una editora fanática de Drexler y de Murakami. Cuando intrusiaba su librero me daba cuenta que teníamos mucho en común. Caminamos alrededor de un lago. Xalapa tiene un clima húmedo, un poco como Valdivia. Hay bosque de niebla, y menos mal me traje una capa para lluvia de Puerto Rico porque me tocó agua.
 
Tomamos cerveza y conversamos, me dijo que no me podía perder el jardín botánico ni el museo antropológico. Viví la naturaleza local y me encontré con las cabezotas olmecas: simplemente maravilloso.
 
Luego a Oaxaca, la tierra del mescal y del chocolate. Vivía en un hotelucho cerca de los mercados y del centro. Me encontré con un congreso de la Red de Etnoecología y Patrimonio Biocultural (http://etnoecologia.uv.mx/Red_quees.html) donde aprendí de las experiencias de los distintos grupos indígenas y campesinos y de sus luchas por proteger la tierra de ¡adivinen quien!: mineras y transgénicos. Fuerte ver como en todas partes nos enfrentamos a lo mismo. Bello ver como las comunidades se organizan para defender lo propio. Con la piel de todos los colores y acentos de todos los tipos se combate la avaricia y la explotación.
 
Esta mañana llegué a Chiapas, a un pueblo llamado San Cristobal. El tiempo se me está haciendo poco, porque quiero estar el 10 de febrero en Guatemala. Me falta Yucatán todavía. Necesito conocer Chichen Itza y Tulum. Quiero pasar por Ciudad de Belice también. Me hice un plan de viaje, a ver si lo cumplo. No estaba planeando nada con más de una semana de anticipación... ahí veremos como me va.
 
Cariños, besos y abrazos para todos y todas.
 
 


martes, 22 de enero de 2013

DF y más...

Me quedé una semana más en el DF. Estuve con taquicardia la mayor parte del tiempo. No hay caso con esta intensidad que me sigue  a donde vaya. Uno se puede escapar de todo menos de uno mismo.
 
Fui a la Universidad, que es tan grande que tiene 12 recorridos de micro adentro. Estuve en el Museo de Arte Moderno viendo una exposición de mujeres surrealistas. Lavé ropa porque la verdad es que ya estaba tiesa. Y me cambié de casa otra vez.
 
Carlos era super raro. Me dio la impresión de que odiaba México ("malinchismo" le llaman al fenómeno), hasta hablaba con un acento raro, como español. Vivía al norte de la ciudad, camino a Xochimilco, a la chucha, pero de todos modos fue divertido andar en micro y conocer un barrio nuevo. Estabamos en una villa que se construyó para las olimpiadas, como cien mil veces más grande que la Villa Olímpica de Santiago pero del mismo estilo.
 
Y seguí recorriendo un poco más. Los días en DF se me iban acabando así que volando a conocer los murales de Rivera en el Palacio Nacional, la galería de José Guadalupe Posada (el creador de la famosa calavera Catrina) y el Museo de la Inquisición (un imperdible para mi). ¡El Museo era tan raro!, no había casi objetos de época. A la entrada te entregaban un audioguía y todo el recorrido estaba montado con estaciones donde se hablaba de los procesos inquisitoriales con maniquies en poses de tortura. Lejos de los museos más freak que he visto.
 
En la micro de vuelta a la casa conocí a un colega educador, quién además de enseñarme lo que era el pulque fue mi guía por la ciudad al día siguiente.
 
Partimos a la Universidad nuevamente, a subirnos a unas esculturas donde tuvimos una vista hermosa de la ciudad, nos metimos a la hemeroteca, de ahí en metrobus hasta el centro (¡por la cresta que es grande DF!), caminamos un rato por unos barrios super entretenidos hasta el Centro Cultural Tlatelolco, donde está un museo muy interactivo y bacán y el memorial de la matanza de 1968 (donde se asesinó a cientos de estudiantes por manifestarse en la Plaza de las Tres Culturas). Fue conmovedor. La violencia y la crueldad humana nunca van a dejar de conmoverme. Es un lugar que vale la pena conocer de todas maneras. Y se nos iba escapando el día. A comer algo y a una pulqueria del centro. Era chiquitita y se compartían las mesas. Se toma pulque en shoperos de medio, se conoce gente rara como uno y se conversa (grita). Mi despedida de DF fue un dia perfecto. Partía a Querétaro a la mañana siguiente.
 

Eran tres horas de viaje, de la cual una era salir de DF. Llegué a una ciudad hermosa donde me recibió una bella familia. Caminé por el centro y comí Guajolote (sandwich frito), conocí a la familia entera de Cecilia y en la noche tomamos cerveza y nos mostramos la música que nos gustaba (corrieron los temas de Victor y Los Jaivas).
 
Al día siguiente a caminar. Me estoy mandando como 10 kilómetros diarios. Querétaro es una ciudad grande pero el centro parece un pueblito. Un pueblito de iglesias y plazas (¡felicidad!). Fui a más museos (la institucionalidad cultural esta muy bien tenida, todo didáctico e interactivo pero no se ven muchos niños). Caminé un poco más, salimos de paseo por los alrededores de la ciudad (San Miguel, Dolores, Atotonilco), me tocó celebrar un cumpleaños y conocer las cantinas. Esta tan variado mi paseo, es como un recorrido barroco, gastronómico, cultural, alcohólico, musical, patrimonial y museográfico. Demás está decir que no me he aburrido un segundo. Es más, ya estoy un poco cansada. Estas semanas han sido de alta intensidad.
 
Partí a Guanajuato. Me dijeron que no me lo podía perder. Denuevo a dejar los pies en la calle. Es una ciudad maravillosa entremedio de los cerros. Colonial y minera. Más plazas, más barroco, más iglesias. Estuve en la casa donde vivió Diego de Rivera hasta sus 6 años. Por la cresta el hueón seco. Con razón le llovían las minas aunque fuera tan re feo.
 
Caminando me crucé con mi primer cementerio mexicano. Creo que no hay lugares más tranquilos que los cementerios. Por eso me gustan tanto.
 
He visto cosas maravillosas y siento que mi cerebro no esta computando toda la información que le ingreso. Así que luego de un par de dias paseando por Guanajuato me tocó cambiarme nuevamente de ciudad y de casa. El destino era Tequixquiac. Un pueblito muy chico donde una familia me recibiría en su casa con gallinas, huerto y gansos... naturaleza, allá voy.
 


lunes, 7 de enero de 2013

Sin mapa por Ciudad de México

Impactante. No puedo pensar otra palabra para describir esta ciudad. Si no hubiera venido sentada en el avión, yo cacho que me voy de raja con la vista aérea del DF. Realmente impactante.

Llegué el viernes 28 de diciembre desde Santo Domingo. Dejé el caribe con una profunda nostalgia pero con la adrenalina que produce una nueva aventura.

Me bajé del avión y tuve que hacer una cola gigante para entrar al país (menos mal me dejaron pasar a pesar de no tener boleto de salida). De ahí a la micro. De ahí al metro. Menos mal Karen me había dado instrucciones precisas para llegar a su trabajo, así que me ubiqué regio. ¡El metro tiene 12 líneas!.

Fuimos con Karen hasta su casa en el norte de la ciudad. Fue el manso pique con la mansa mochila (mi hogar de 15 kilos que llevo a la espalda). Me gané el odio de muchos. De ahí la bienvenida oficial con tacos y cerveza, música y amigos. Me fui a casa de Randall (mi primer anfitrión mexicano) y me puse a pasear por la ciudad. Verlo todo es imposible aunque me quedara un año acá. A priorizar entonces. Gracias a todos los amigos y amigas por sus datos.

Había una chinita quedándose en la casa con nosotros, ¡venía por dos días!, la pobre estaba con taquicardia corriendo de allá para acá. Esta ciudad es gigantesca.

Fuimos con Randall y su novia al Museo de Antropología. Toma dos tardes verlo bien. Vi la Piedra del Sol y me tomé una foto con Coatlicue. Ñoñés pura y felicidad extrema.


Conocí el bosque de Chapultepec. Me impresioné con la cantidad de gente en las calles. Ni en mi sueño más loco me habría imaginado como era esta ciudad (la canción del metro de Café Tacuba me hace tanto sentido ahora).

El 31 fui al centro. Estuve como tres horas adentro de la Catedral. Esto si que es barroco extremo. Ya andando por las calles me había dado cuenta de que todo es barroco y kitsch, pero la catedral de la capital virreinal... uff, realmente de otro mundo. La Plaza del Zócalo, de otro mundo también. Por la cresta la inmensidad (¡y el oro!), mi pobre corazoncito está fuera de control. Es todo bastante abrumador.

Pasé el año nuevo bailando salsa. Si el año nuevo pasado me hubieran dicho que recibiría el 2013 acá no me la creo. Luego seguí la noble tradición del 1° de enero: flojear. Randall estaba donde su abuela y se me unió como a las 17:00 hrs. en la maratón de Friends.

Al día siguiente a la Plaza de las Tres Culturas: alucinante. Luego a la Casa Museo de Frida Kahlo: lo máximo. Qué tremenda mujer, qué vida, aunque lo creía imposible la admiro aún más que antes. Vi su cama, sus prótesis y como las decoró, su silla de ruedas, su ropa, su obra. No pude evitar soltar unos lagrimones. Realmente conmovedor. De ahí al Museo de Trotsky, super dato de Tai Pei. No es un gran museo, no está muy bien tenido, pero la atmósfera que transmite hace que a uno se le paren los pelos. Las balas en los muros, las torres de vigilancia, su jardín, su humanidad. A veces se me olvida que estos grandes personajes históricos también fueron personas.


El viernes por fin a Guadalupe. Otra vez: impactante. Yo igual me burlo y peluseo que Juan Diego tomó mucho peyote y por eso vio a la virgen, pero me gusta la Guadalupe como ícono y me gusta también el barroco. No creo en dioses, ni vírgenes ni santos. Entonces la devoción que vi me impresionó. Acercándose a la basílica se ve el comercio guadalupano, las miles de personas  que caminan hacia el santuario, la misa donde la gente levanta a las guaguas (y no tan guaguas) para que las bendigan (como en La Tirana), los grupos de católicos que vienen de quién sabe donde a adorarla. Puta la iglesia que tiene poder todavía. Como mueve masas.

Con Randall nos llevamos regio. Quedamos que alojaría una semana con él, por el bien de la convivencia. Entonces después de la Guadalupe hice algo de aseo en la casa y me vine al barrio Condesa a invadir a David. Otro tierno. Estos mexicanos son unos amorosos, "la neta" me han tratado super bien.

El barrio es precioso y la primera noche fuimos por tacos y cerveza. En verdad todo el tema gastronómico es un mundo increíble. El maíz, el frijol y el chile están siempre presentes, y la cocina mexicana da como para escribir un tratado. Desde el comercio callejero de esta, sus preparaciones e ingredientes, hasta la relación del mexicano con la comida son alucinantes. Hay como cien tipos de tacos, chicharrones y tortillas diferentes. Menos mal no me ha dado lo que se conoce como "la maldición de Moctezuma". Parece que los turistas siempre se enferman de la guata. Menos mal yo tengo guata de cachureo.

Conocí el Castillo de Chapultepec, donde está el Museo de Historia, ahí aprendí a diferenciar próceres y revolucionarios y conocí algo de la compleja historia de este país. He de confesar que de los siglos XIX y XX sabía bien poco. Un gran vacío en la formación universitaria-historia-puc. Isabel Torres se llamaba la profesora que nos hizo ese ramo.

Aprendí que Benito Juarez se peinaba a lo "langüetazo de vaca", que Madero era un barbón, de Zapata y sus bigotes y de cosas más profundas también. Muy completo el museo. Algo desordenado pero lindo, lindo. La vista del castillo es preciosa, se ve todo el bosque y la ciudad.

A la tarde fuimos a la Cineteca Nacional. Vimos la película "En busca de un muro" que habla de Orozco y sus andanzas por Estados Unidos buscando muros para pintar. Caminamos de noche por Coyoacán. Qué barrio más bello.

Después, a las pirámides, a Teotihuacán los boletos. Entrenida la ida en bus. Como me muevo principalmente en metro ver la ciudad desde arriba fue bacán. Ver las afueras de la ciudad también.

De las pirámides, adivinen... son impactantes. Llegué a la punta de la Pirámide del Sol con la lengua afuera, y la sensación de estar ahí arriba, tomando el sol en la Pirámide del Sol, fue increíble.

Aprendí un montón de cosas sobre los Teotihuacanos. Su ciudad es maravillosa. Urbanistas y astrónomos. Simetría, equinoccios y magnificencia.

Hay tanto que ver. Es increíble, maravilloso y abrumador. Los habitantes de esta ciudad se matan de la risa cuando les cuento como es Frutillar, con sus ocho mil habitantes y la vida bucólico pastoril.

Así que me voy pronto a las provincias. Hice una lista muy ñoña de las cosas que me faltan por recorrer acá y el viernes me largo. A ver pueblitos. Necesito algo de campo.

Ahí les seguiré contando como me va.

Muchos saludos.