domingo, 27 de enero de 2013

Tequixquiac, Xalapa y Oaxaca

Y me fuí de Guanajuato, no sin antes probar el mescal. Era justo lo que mis adoloridos músculos necesitaban. Le vino muy bien a mi cansado cerebro. Puede transformarse en una adicción peligrosa así que mejor me voy con cuidado.
 
Tequixquiac es un pueblo chiquitito que queda en el Estado de México. No hay transporte directo desde Guanajuato así que hice una posta de buses para llegar. Cada bus era más chico que el anterior. Cada pueblo donde tomaba bus era más chico que el anterior.
 
Al ir metiéndome por los caminos se empiezan a ver las milpas, y también las fábricas de cemento y las petroleras, que tienen muy contaminados los rios. Todos capitales extranjeros, faltaba más. A pesar de eso se respira campo.  El clima es bastante seco pero estos mexicanos hacen magia con el agua.
 
Extrañaba la naturaleza, el cuerpo me pide a veces. La casa de Marlon y Blanca queda a 10 minutos caminando del centro de la ciudad. Tienen gallos, gallinas, perritos, gansos y un huerto. El agua que se toma es de manantial. Son unos hippies de tomo y lomo que trabajan duro para darle a su hija una buena vida. Me ofrecieron una isla de calma en mi trajinado viaje. La casa estaba llena de música, amigos y conversación. Conocí gente cariñosa que se preocupa de la tierra y de los demás.
 

 
De ahí partí a Xalapa. Yo queria ir a Veracruz pero alguien me dijo que mejor Xalapa. No tengo muy claro quien me lo recomendó, pero acertó 100%. Es una ciudad algo grande pero con ritmo de pueblo. Ahí me recibió Eren, una editora fanática de Drexler y de Murakami. Cuando intrusiaba su librero me daba cuenta que teníamos mucho en común. Caminamos alrededor de un lago. Xalapa tiene un clima húmedo, un poco como Valdivia. Hay bosque de niebla, y menos mal me traje una capa para lluvia de Puerto Rico porque me tocó agua.
 
Tomamos cerveza y conversamos, me dijo que no me podía perder el jardín botánico ni el museo antropológico. Viví la naturaleza local y me encontré con las cabezotas olmecas: simplemente maravilloso.
 
Luego a Oaxaca, la tierra del mescal y del chocolate. Vivía en un hotelucho cerca de los mercados y del centro. Me encontré con un congreso de la Red de Etnoecología y Patrimonio Biocultural (http://etnoecologia.uv.mx/Red_quees.html) donde aprendí de las experiencias de los distintos grupos indígenas y campesinos y de sus luchas por proteger la tierra de ¡adivinen quien!: mineras y transgénicos. Fuerte ver como en todas partes nos enfrentamos a lo mismo. Bello ver como las comunidades se organizan para defender lo propio. Con la piel de todos los colores y acentos de todos los tipos se combate la avaricia y la explotación.
 
Esta mañana llegué a Chiapas, a un pueblo llamado San Cristobal. El tiempo se me está haciendo poco, porque quiero estar el 10 de febrero en Guatemala. Me falta Yucatán todavía. Necesito conocer Chichen Itza y Tulum. Quiero pasar por Ciudad de Belice también. Me hice un plan de viaje, a ver si lo cumplo. No estaba planeando nada con más de una semana de anticipación... ahí veremos como me va.
 
Cariños, besos y abrazos para todos y todas.
 
 


martes, 22 de enero de 2013

DF y más...

Me quedé una semana más en el DF. Estuve con taquicardia la mayor parte del tiempo. No hay caso con esta intensidad que me sigue  a donde vaya. Uno se puede escapar de todo menos de uno mismo.
 
Fui a la Universidad, que es tan grande que tiene 12 recorridos de micro adentro. Estuve en el Museo de Arte Moderno viendo una exposición de mujeres surrealistas. Lavé ropa porque la verdad es que ya estaba tiesa. Y me cambié de casa otra vez.
 
Carlos era super raro. Me dio la impresión de que odiaba México ("malinchismo" le llaman al fenómeno), hasta hablaba con un acento raro, como español. Vivía al norte de la ciudad, camino a Xochimilco, a la chucha, pero de todos modos fue divertido andar en micro y conocer un barrio nuevo. Estabamos en una villa que se construyó para las olimpiadas, como cien mil veces más grande que la Villa Olímpica de Santiago pero del mismo estilo.
 
Y seguí recorriendo un poco más. Los días en DF se me iban acabando así que volando a conocer los murales de Rivera en el Palacio Nacional, la galería de José Guadalupe Posada (el creador de la famosa calavera Catrina) y el Museo de la Inquisición (un imperdible para mi). ¡El Museo era tan raro!, no había casi objetos de época. A la entrada te entregaban un audioguía y todo el recorrido estaba montado con estaciones donde se hablaba de los procesos inquisitoriales con maniquies en poses de tortura. Lejos de los museos más freak que he visto.
 
En la micro de vuelta a la casa conocí a un colega educador, quién además de enseñarme lo que era el pulque fue mi guía por la ciudad al día siguiente.
 
Partimos a la Universidad nuevamente, a subirnos a unas esculturas donde tuvimos una vista hermosa de la ciudad, nos metimos a la hemeroteca, de ahí en metrobus hasta el centro (¡por la cresta que es grande DF!), caminamos un rato por unos barrios super entretenidos hasta el Centro Cultural Tlatelolco, donde está un museo muy interactivo y bacán y el memorial de la matanza de 1968 (donde se asesinó a cientos de estudiantes por manifestarse en la Plaza de las Tres Culturas). Fue conmovedor. La violencia y la crueldad humana nunca van a dejar de conmoverme. Es un lugar que vale la pena conocer de todas maneras. Y se nos iba escapando el día. A comer algo y a una pulqueria del centro. Era chiquitita y se compartían las mesas. Se toma pulque en shoperos de medio, se conoce gente rara como uno y se conversa (grita). Mi despedida de DF fue un dia perfecto. Partía a Querétaro a la mañana siguiente.
 

Eran tres horas de viaje, de la cual una era salir de DF. Llegué a una ciudad hermosa donde me recibió una bella familia. Caminé por el centro y comí Guajolote (sandwich frito), conocí a la familia entera de Cecilia y en la noche tomamos cerveza y nos mostramos la música que nos gustaba (corrieron los temas de Victor y Los Jaivas).
 
Al día siguiente a caminar. Me estoy mandando como 10 kilómetros diarios. Querétaro es una ciudad grande pero el centro parece un pueblito. Un pueblito de iglesias y plazas (¡felicidad!). Fui a más museos (la institucionalidad cultural esta muy bien tenida, todo didáctico e interactivo pero no se ven muchos niños). Caminé un poco más, salimos de paseo por los alrededores de la ciudad (San Miguel, Dolores, Atotonilco), me tocó celebrar un cumpleaños y conocer las cantinas. Esta tan variado mi paseo, es como un recorrido barroco, gastronómico, cultural, alcohólico, musical, patrimonial y museográfico. Demás está decir que no me he aburrido un segundo. Es más, ya estoy un poco cansada. Estas semanas han sido de alta intensidad.
 
Partí a Guanajuato. Me dijeron que no me lo podía perder. Denuevo a dejar los pies en la calle. Es una ciudad maravillosa entremedio de los cerros. Colonial y minera. Más plazas, más barroco, más iglesias. Estuve en la casa donde vivió Diego de Rivera hasta sus 6 años. Por la cresta el hueón seco. Con razón le llovían las minas aunque fuera tan re feo.
 
Caminando me crucé con mi primer cementerio mexicano. Creo que no hay lugares más tranquilos que los cementerios. Por eso me gustan tanto.
 
He visto cosas maravillosas y siento que mi cerebro no esta computando toda la información que le ingreso. Así que luego de un par de dias paseando por Guanajuato me tocó cambiarme nuevamente de ciudad y de casa. El destino era Tequixquiac. Un pueblito muy chico donde una familia me recibiría en su casa con gallinas, huerto y gansos... naturaleza, allá voy.
 


lunes, 7 de enero de 2013

Sin mapa por Ciudad de México

Impactante. No puedo pensar otra palabra para describir esta ciudad. Si no hubiera venido sentada en el avión, yo cacho que me voy de raja con la vista aérea del DF. Realmente impactante.

Llegué el viernes 28 de diciembre desde Santo Domingo. Dejé el caribe con una profunda nostalgia pero con la adrenalina que produce una nueva aventura.

Me bajé del avión y tuve que hacer una cola gigante para entrar al país (menos mal me dejaron pasar a pesar de no tener boleto de salida). De ahí a la micro. De ahí al metro. Menos mal Karen me había dado instrucciones precisas para llegar a su trabajo, así que me ubiqué regio. ¡El metro tiene 12 líneas!.

Fuimos con Karen hasta su casa en el norte de la ciudad. Fue el manso pique con la mansa mochila (mi hogar de 15 kilos que llevo a la espalda). Me gané el odio de muchos. De ahí la bienvenida oficial con tacos y cerveza, música y amigos. Me fui a casa de Randall (mi primer anfitrión mexicano) y me puse a pasear por la ciudad. Verlo todo es imposible aunque me quedara un año acá. A priorizar entonces. Gracias a todos los amigos y amigas por sus datos.

Había una chinita quedándose en la casa con nosotros, ¡venía por dos días!, la pobre estaba con taquicardia corriendo de allá para acá. Esta ciudad es gigantesca.

Fuimos con Randall y su novia al Museo de Antropología. Toma dos tardes verlo bien. Vi la Piedra del Sol y me tomé una foto con Coatlicue. Ñoñés pura y felicidad extrema.


Conocí el bosque de Chapultepec. Me impresioné con la cantidad de gente en las calles. Ni en mi sueño más loco me habría imaginado como era esta ciudad (la canción del metro de Café Tacuba me hace tanto sentido ahora).

El 31 fui al centro. Estuve como tres horas adentro de la Catedral. Esto si que es barroco extremo. Ya andando por las calles me había dado cuenta de que todo es barroco y kitsch, pero la catedral de la capital virreinal... uff, realmente de otro mundo. La Plaza del Zócalo, de otro mundo también. Por la cresta la inmensidad (¡y el oro!), mi pobre corazoncito está fuera de control. Es todo bastante abrumador.

Pasé el año nuevo bailando salsa. Si el año nuevo pasado me hubieran dicho que recibiría el 2013 acá no me la creo. Luego seguí la noble tradición del 1° de enero: flojear. Randall estaba donde su abuela y se me unió como a las 17:00 hrs. en la maratón de Friends.

Al día siguiente a la Plaza de las Tres Culturas: alucinante. Luego a la Casa Museo de Frida Kahlo: lo máximo. Qué tremenda mujer, qué vida, aunque lo creía imposible la admiro aún más que antes. Vi su cama, sus prótesis y como las decoró, su silla de ruedas, su ropa, su obra. No pude evitar soltar unos lagrimones. Realmente conmovedor. De ahí al Museo de Trotsky, super dato de Tai Pei. No es un gran museo, no está muy bien tenido, pero la atmósfera que transmite hace que a uno se le paren los pelos. Las balas en los muros, las torres de vigilancia, su jardín, su humanidad. A veces se me olvida que estos grandes personajes históricos también fueron personas.


El viernes por fin a Guadalupe. Otra vez: impactante. Yo igual me burlo y peluseo que Juan Diego tomó mucho peyote y por eso vio a la virgen, pero me gusta la Guadalupe como ícono y me gusta también el barroco. No creo en dioses, ni vírgenes ni santos. Entonces la devoción que vi me impresionó. Acercándose a la basílica se ve el comercio guadalupano, las miles de personas  que caminan hacia el santuario, la misa donde la gente levanta a las guaguas (y no tan guaguas) para que las bendigan (como en La Tirana), los grupos de católicos que vienen de quién sabe donde a adorarla. Puta la iglesia que tiene poder todavía. Como mueve masas.

Con Randall nos llevamos regio. Quedamos que alojaría una semana con él, por el bien de la convivencia. Entonces después de la Guadalupe hice algo de aseo en la casa y me vine al barrio Condesa a invadir a David. Otro tierno. Estos mexicanos son unos amorosos, "la neta" me han tratado super bien.

El barrio es precioso y la primera noche fuimos por tacos y cerveza. En verdad todo el tema gastronómico es un mundo increíble. El maíz, el frijol y el chile están siempre presentes, y la cocina mexicana da como para escribir un tratado. Desde el comercio callejero de esta, sus preparaciones e ingredientes, hasta la relación del mexicano con la comida son alucinantes. Hay como cien tipos de tacos, chicharrones y tortillas diferentes. Menos mal no me ha dado lo que se conoce como "la maldición de Moctezuma". Parece que los turistas siempre se enferman de la guata. Menos mal yo tengo guata de cachureo.

Conocí el Castillo de Chapultepec, donde está el Museo de Historia, ahí aprendí a diferenciar próceres y revolucionarios y conocí algo de la compleja historia de este país. He de confesar que de los siglos XIX y XX sabía bien poco. Un gran vacío en la formación universitaria-historia-puc. Isabel Torres se llamaba la profesora que nos hizo ese ramo.

Aprendí que Benito Juarez se peinaba a lo "langüetazo de vaca", que Madero era un barbón, de Zapata y sus bigotes y de cosas más profundas también. Muy completo el museo. Algo desordenado pero lindo, lindo. La vista del castillo es preciosa, se ve todo el bosque y la ciudad.

A la tarde fuimos a la Cineteca Nacional. Vimos la película "En busca de un muro" que habla de Orozco y sus andanzas por Estados Unidos buscando muros para pintar. Caminamos de noche por Coyoacán. Qué barrio más bello.

Después, a las pirámides, a Teotihuacán los boletos. Entrenida la ida en bus. Como me muevo principalmente en metro ver la ciudad desde arriba fue bacán. Ver las afueras de la ciudad también.

De las pirámides, adivinen... son impactantes. Llegué a la punta de la Pirámide del Sol con la lengua afuera, y la sensación de estar ahí arriba, tomando el sol en la Pirámide del Sol, fue increíble.

Aprendí un montón de cosas sobre los Teotihuacanos. Su ciudad es maravillosa. Urbanistas y astrónomos. Simetría, equinoccios y magnificencia.

Hay tanto que ver. Es increíble, maravilloso y abrumador. Los habitantes de esta ciudad se matan de la risa cuando les cuento como es Frutillar, con sus ocho mil habitantes y la vida bucólico pastoril.

Así que me voy pronto a las provincias. Hice una lista muy ñoña de las cosas que me faltan por recorrer acá y el viernes me largo. A ver pueblitos. Necesito algo de campo.

Ahí les seguiré contando como me va.

Muchos saludos.