lunes, 25 de febrero de 2013

Que linda que es La Antigua.

Llegué a un hostal Bueno, Bonito y Barato. Costaba 40 quetzales una cama en un cuarto compartido, con wi fi, derecho a cocina y agua caliente las 24 horas. Ahí conocí a Marina, una chica de España que viene viajando y trabajando como restauradora desde hace como un año. Le conté que estaba buscando un cuarto para el mes completo y se anotó inmediatamente en la misión.


Mis pertenencias son cada vez menos. 
Vaciar mi mochila en el closet fue un ejercicio casi ridículo.


Compartimos un cuarto en una casa que queda al lado de las Ruinas de San Jerónimo, a dos cuadras del Mercado, y a cinco de la Plaza Central. 100 dolares el mes. Con las mismas comodidades del hostal. Está fantástico. Llevo una vida de lo más relajada. Me levanto con calma, voy a la feria, leo, escribo, tomo fotos y duermo siestas. Aunque, obviamente, La Antigua es solo el centro de operaciones, han habido varios paseos.

Primero fui al carnaval de Mazaltenango. Llegar fue una aventura. Salir de ahí, otra aún mejor.


Aquí en Guatemala existen varias formas de movilizarse entre las diferentes ciudades. Al ser uno de los países con más violencia del mundo, decidí irme con calma y no hacer dedo. Por lo que las posibilidades se reducen a "shutter" (van que moviliza a los turistas entre una y otra ciudad) o "chicken-bus" (el clásico interubano, aunque de clásico estos no tienen nada).

Bus gallina por las calles de La Antigua.

Para Mazaltenango pagué el noviciado y me fuí en shutter hasta Quetzaltenango. De ahí un bus gallina me llevaría hasta el carnaval. Demás está decir que el bus gallina es una alternativa bastante más económica. Pero siempre hay que preguntar a alguien el costo del pasaje para que no te traten de cobrar más por ser extranjera.

He de confesar que el carnaval me pareció bastante más soso que el trayecto en micro. Estaba la locura en la ciudad, obvio, pero el reggeaton, las minas en bikini, la gente tirándose agua, no sé, no me movió mucho. Quizás me estoy poniendo fome, pero les confieso lo pasé mucho mejor arriba del interurbano local. Por eso la vuelta la hice solo por este medio. Y es así también como pretendo moverme por Guatemala lo más que pueda.

Me sentí en Santiago por un momento. Ahí, donde el bus gallina soltaba la tierra sobre la que pasaba, donde paraba a cada rato a subir más gente que inexplicablemente cabía, todos ahí, bien apretados. Los colores, los paisajes, la música de terror (llegó a sonar "Proyecto Uno"). Me encantó. Lo pasé la raja. Mucho mejor que el carnaval.

En bus gallina me fui también en San Antonio Aguas Calientes, muy cerca de La Antigua, pueblo muy famoso por su mercado de telas. La verdad es una maravilla. Tan lindo como La Antigua, me mojé los piecitos en un manantial y vi un poco del campo Guatemalteco.

Depués subí un volcán. Y estuvo increíble.

Con mi colega Marina nos invitaron a un cumpleaños donde ninguna de las dos conocía a nadie. Como mi nueva compi es igual de pelusilla que yo, obviamente nos quedamos hasta el final, conversando con los típicos prendidos que hay en todos los carretes. Esos que no se van hasta que los echan. Llegado un punto de la noche (y de las chelas, y de los pitos...) la banda con la que compartíamos nos suelta que el día sábado subirán el volcán Acatenango. Marina y yo saltamos. ¡Era una oportunidad única!. Subir el volcán en grupo, ibamos en auto, nos llevaba un guía que conocía el camino. Ninguno era escalador. De hecho al poco andar nos dimos cuenta de que ninguno hacia este tipo de actividades muy seguido. Fueron 6 horas de subida, bastante empinada, de tierra suelta, de sudor, de cansacio... Durante el último tramo daba un paso y me detenía, otro paso y me detenía. Las putas ganas son las que al final te mantienen moviéndote, ahí cuando las piernas ya no te responden. 

Yo puedo. Tranquila. A tu ritmo que no hay apuro. 

Viendo al volcán Fuego echar humo desde la cumbre del Acatenango.

Lo que sentí cuando llegué arriba no se los puedo describir con palabras. Una felicidad inexplicable, una plenitud maravillosa. Creo que se lo pueden imaginar. La bajada estuvo durísima, 4 horas más. Los paisajes, simplemente maravillosos. Al final las piernas no me respondían. Tomamos unas chelas, una ducha y a dormir. 

El domingo sería un domingo verdadero. De esos en pijama. De hecho fui en pijama a comprar al almacén del frente (mi única actividad del día, aparte de leer y subir fotos al facebook). 

Ya me siento una habitante de La Antigua. Al menos así será hasta el 14 de marzo cuando termina la renta de mi cuartito. Después: Tikal.

lunes, 11 de febrero de 2013

Volando vengo, volando voy.

Amé Chiapas. Para mí fue lejos lo más lindo de México. Tiene una energía super especial. A pesar de que hay muchos turistas se conserva un ritmo de vida pueblerino y tradicional.

Fuí a una iglesia que se mueren. Queda en un pueblo llamado San Juan Chamula. Nunca había visto algo igual. No tiene bancas y todo el suelo está cubierto de unas ramas como de pino. Las esculturas de los santos son rarísimas y los indígenas a pata pelada hacen sus rituales de sanación con velas (muchísimas), gallinas (vivas) y coca-cola (freak).

Estuve en otro pueblo, uno indígena, llamado Chenalhó. Era la persona con la piel más blanca. El pueblo estaba bello y el camino entre los cerros para llegar, una maravilla. Eso sí a ratos me sentía un poco incómoda por como me miraba la gente. Algunas personas eran super amables, pero otras miraban con gran desconfianza.
Chenalhó. Como viajar en el tiempo.

Me alojaba en San Cristobal de las Casas, ese era el centro de operaciones en Chiapas, conocí a unos hippies de lo mas buena onda que me enseñaron a viajar más ligero y a preparar mole. Dejé ese lugar con mucha nostalgia. Tan re buena para encariñarme que soy. Solo la expectación de los nuevos destinos me mantienen en constante movimiento.

Por Yucatán anduve a dedo. Es super seguro porque al ser una zona tan turística hay controles de policia todo el tiempo y mucho movimiento. Vi el imponente Chichen Itza, me bañé en unos cenotes, conocí la ciudad blanca de Mérida, disfruté de la gente y las playas de Tulum, estuve una tarde completa flotando y tomando chela en la laguna de Bacalar, unos monos comieron de mi mano en Belice, volé por Flores prometiendo volver y ya estoy en Antigua, Guatemala. Mañana parto a Mazatenango a ver el carmaval. De ahí la idea es estacionarme un poco acá. De nuevo necesito parar un poco. Uno se nutre con la gente y la belleza, pero cansa lidiar con la adrenalina, el miedo y el constante movimiento. Por eso voy parando de cuando en vez. Vacaciones de las vacaciones.
Salgo regia, acéptenlo.
Yo ya sabia que me gustaba viajar. Pero me he dado cuenta que me gusta demasiado. Mis pies están llenos de durezas y ampollas. Mi mochila cada vez más liviana. Mi cerebro está lleno de información, y mi corazón maravillado de tanta belleza. 

Mi próximo plan depues del carnaval  es estar el 1º de junio en Bogotá reuniéndome con mi amiga Maida. Lo que pase entremedio no lo sé. Pero se los iré contando.

¡Saludos y buena suerte!