lunes, 20 de mayo de 2013

¡Chao Guatemala!

Cuando escribí la entrada anterior me dije a mi misma, "misma, la próxima entrada la escribes cuando salgas de Guate". Han pasado dos meses. Y un millón de cosas.

Quedamos saliendo de la selva y el camping en el lago. A fines de marzo. Fuí de camping. A donde nunca llegué fue a La Antigua de vuelta para la Semana Santa. Flores me atrapó. 

Atardecer en el lago Petén Itza.

Estuve tres semanas más en Flores, una isla en el lago Petén Itza. Recorrí sus alrededores. Conocí gente linda. Callejie y callejié. Y desde allí me fui a conquistar la capital.

A la Ciudad de Guatemala ni siquiera pensé en pasar. Todo el mundo me decía que era tan peligroso que no se podía ni salir a la calle. El punto es que cuando a una le gusta el callejeo y camina horas de horas por la ciudad con esa provinciana costumbre de saludar a todo el mundo, la ciudad más peligrosa se transforma en un espacio amable. Estuve tres semanas en la capital. Es una verdadera maravilla. Yo conmovida todo el rato porque pucha que se parece a Santiago, las galerias, la mezcla de arquitectura, las pintadas en la calle. Se nota que es un territorio en disputa. Se lee en sus muros su historia reciente. Arte, cine, charlas, museos. Vida de ciudad. No me acordaba que la extrañaba. Ahí me fui a un congreso sobre culturas de la antigüedad, descubrí que mi cámara de fotos no tenia arreglo y me hice de una nueva (usada) ayudada de los fotógrafos de la Plaza de Armas (Parque Central).

Posando junto a las pintadas de la Ciudad.

Tres semanas en Petén, tres más en la Ciudad. De ahí al lago Atitlán otra vez (me gustan los lagos y qué). Estuve dos semanas en un pueblo que se llama San Pedro la Laguna. La gracia de San Pedro es que por ser tan turístico tiene todos los servicios básicos en muy buen pie (hasta pasé por el consultorio por un pequeño malestar y a pesar de ser una experiencia bizarra el lugar estaba impecable y me atendieron muy bien). La gracia también es que las calles son chiquitas y el pueblo está lleno de rincones donde ocultarse de las hordas de gringos e israelies.
Amanecer en el lago Atitlan.

Tres meses en Guatemala. Dicen que cuando uno toma agua de allá se queda pegado. Todos los lugares me iban atrapando. Y yo decidí dejarme atrapar. Prolongar el viaje hasta nuevo aviso. Empezar a trabajar (ando cantante, costurera y mercanchifle). Seguir paseando.

Llegué antes de ayer a Honduras. Estoy en una ciudad llamada La Ceiba donde cada día hay carnaval en un barrio diferente. Música y mucho movimiento en un pequeño pueblo a la orilla del Atlántico. Vi el mar y casi me pongo a llorar, extrañaba el olor a sal y el sonido de las olas. Se respira caribe y la cultura garífuna. 

Sigo feliz con la aventura, conquistando nuevos lugares y aprendiendo cosas nuevas en cada destino.

Desde Centroamérica les mando saludos, cariños y abrazos.