martes, 22 de enero de 2013

DF y más...

Me quedé una semana más en el DF. Estuve con taquicardia la mayor parte del tiempo. No hay caso con esta intensidad que me sigue  a donde vaya. Uno se puede escapar de todo menos de uno mismo.
 
Fui a la Universidad, que es tan grande que tiene 12 recorridos de micro adentro. Estuve en el Museo de Arte Moderno viendo una exposición de mujeres surrealistas. Lavé ropa porque la verdad es que ya estaba tiesa. Y me cambié de casa otra vez.
 
Carlos era super raro. Me dio la impresión de que odiaba México ("malinchismo" le llaman al fenómeno), hasta hablaba con un acento raro, como español. Vivía al norte de la ciudad, camino a Xochimilco, a la chucha, pero de todos modos fue divertido andar en micro y conocer un barrio nuevo. Estabamos en una villa que se construyó para las olimpiadas, como cien mil veces más grande que la Villa Olímpica de Santiago pero del mismo estilo.
 
Y seguí recorriendo un poco más. Los días en DF se me iban acabando así que volando a conocer los murales de Rivera en el Palacio Nacional, la galería de José Guadalupe Posada (el creador de la famosa calavera Catrina) y el Museo de la Inquisición (un imperdible para mi). ¡El Museo era tan raro!, no había casi objetos de época. A la entrada te entregaban un audioguía y todo el recorrido estaba montado con estaciones donde se hablaba de los procesos inquisitoriales con maniquies en poses de tortura. Lejos de los museos más freak que he visto.
 
En la micro de vuelta a la casa conocí a un colega educador, quién además de enseñarme lo que era el pulque fue mi guía por la ciudad al día siguiente.
 
Partimos a la Universidad nuevamente, a subirnos a unas esculturas donde tuvimos una vista hermosa de la ciudad, nos metimos a la hemeroteca, de ahí en metrobus hasta el centro (¡por la cresta que es grande DF!), caminamos un rato por unos barrios super entretenidos hasta el Centro Cultural Tlatelolco, donde está un museo muy interactivo y bacán y el memorial de la matanza de 1968 (donde se asesinó a cientos de estudiantes por manifestarse en la Plaza de las Tres Culturas). Fue conmovedor. La violencia y la crueldad humana nunca van a dejar de conmoverme. Es un lugar que vale la pena conocer de todas maneras. Y se nos iba escapando el día. A comer algo y a una pulqueria del centro. Era chiquitita y se compartían las mesas. Se toma pulque en shoperos de medio, se conoce gente rara como uno y se conversa (grita). Mi despedida de DF fue un dia perfecto. Partía a Querétaro a la mañana siguiente.
 

Eran tres horas de viaje, de la cual una era salir de DF. Llegué a una ciudad hermosa donde me recibió una bella familia. Caminé por el centro y comí Guajolote (sandwich frito), conocí a la familia entera de Cecilia y en la noche tomamos cerveza y nos mostramos la música que nos gustaba (corrieron los temas de Victor y Los Jaivas).
 
Al día siguiente a caminar. Me estoy mandando como 10 kilómetros diarios. Querétaro es una ciudad grande pero el centro parece un pueblito. Un pueblito de iglesias y plazas (¡felicidad!). Fui a más museos (la institucionalidad cultural esta muy bien tenida, todo didáctico e interactivo pero no se ven muchos niños). Caminé un poco más, salimos de paseo por los alrededores de la ciudad (San Miguel, Dolores, Atotonilco), me tocó celebrar un cumpleaños y conocer las cantinas. Esta tan variado mi paseo, es como un recorrido barroco, gastronómico, cultural, alcohólico, musical, patrimonial y museográfico. Demás está decir que no me he aburrido un segundo. Es más, ya estoy un poco cansada. Estas semanas han sido de alta intensidad.
 
Partí a Guanajuato. Me dijeron que no me lo podía perder. Denuevo a dejar los pies en la calle. Es una ciudad maravillosa entremedio de los cerros. Colonial y minera. Más plazas, más barroco, más iglesias. Estuve en la casa donde vivió Diego de Rivera hasta sus 6 años. Por la cresta el hueón seco. Con razón le llovían las minas aunque fuera tan re feo.
 
Caminando me crucé con mi primer cementerio mexicano. Creo que no hay lugares más tranquilos que los cementerios. Por eso me gustan tanto.
 
He visto cosas maravillosas y siento que mi cerebro no esta computando toda la información que le ingreso. Así que luego de un par de dias paseando por Guanajuato me tocó cambiarme nuevamente de ciudad y de casa. El destino era Tequixquiac. Un pueblito muy chico donde una familia me recibiría en su casa con gallinas, huerto y gansos... naturaleza, allá voy.
 


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