martes, 25 de febrero de 2014

¡A China los boletos!

Estoy en Frutillar ahora. Mi pueblito de nueve mil habitantes con un lago y un volcán. Llegué en noviembre acá y encontré pega al tiro. 

Foto de recién llegada.
Frutillar, 2013.

Estoy muy contenta de como me han recibido todos, pasé las fiestas en Santiago con mi madre y mis hermanos, y ni me dí cuenta cuando llegó el verano y, junto con el verano, la familia. No pudimos contar cuanto tiempo había pasado desde la última vez que estuvimos todos reunidos aquí, pues, mi familia es familia de patiperros.

Me costó enchufarme con el ritmo de trabajo (museo, teatro, clases y gestión), es loco porque todos vacacionan acá cuando más pega hay, pero es exquisito llegar a casa a comadrear, a relajarse, a tomarse una cervecita con los que uno quiere. Que te esperen con la comida lista, no llevar la casa sola, en fin, regalonear muchísimo con la añorada familia y los amigos queridos.

Ahora se está acabando el verano. Toca poner una frazada extra en la cama porque las noches están helando, la gente se empieza a ir del pueblo y todo vuelve ya a la normalidad. 

Llega la hora de empezar a hacer nuevos planes.

Hoy compré el pasaje para China. Descubrí una oferta e hice click. Solo ida. Lima - Hong Kong para el 1º de diciembre. 

Estoy feliz y nerviosa a la vez, muy entusiasmada por conocer un destino tan lejano y anhelado.

Ahora a seguir trabajando, a seguir planeando, a seguir soñando.

jueves, 6 de febrero de 2014

Y volví

Entre el notición de mi regreso, y el aterrizaje forzoso en Chile, ni me había dado el tiempo de actualizar el blog. Ahora, con mi vida algo más estable les cuento de esta patiperra.

Habíamos quedado en Cartagena de Indias, yo, amañada, como siempre. Pegadísima y bien atendida. Pero tocaba moverse, renovar la visa que me dieron por tres meses en Colombia, así que fue la mejor excusa para ir a darse una vuelta por Venezuela. Nada te prepara para enfrentar una nueva ciudad, nada de lo que te cuenten tiene la potencia de lo que fue el viaje entre Cartagena y Maracaibo (en bici, dedo, bus, colectivo, camión y micro) y llegar finalmente a las tierras de Simón Bolívar. Dos semanas me quedé en la ciudad. Paseando en bicicleta, trabajando un poco, echando las cervezas con los amigos en los diversos tugurios, escuchando las marchas socialistas y canciones religiosas que se suceden en la radio local, fotografiando grafitis hechos por el estado en honor de Hugo Chávez. Se cortó la luz, escuche a su presidente hablar tres horas por televisión, carretié con unas argentinas y algunos "maracuchos" y traté de conocer esa Venezuela que no sale en CNN, pero que tampoco sale en TeleSur. 

Entrando a Venezuela
De ahí una última pasadita por Taganga (pegada dos semanas). De ahí una despedida en Cartagena, y a conocer la capital.

Bogotá es la raja, me tocó lluviosa la llegada, pero rico salir de tanto calor. Ahí me recibió una pianista amiga, me abrió las puertas de su casa y me ofreció una habitación en la casa que compartía con su madre y su padre (a quién nunca conocí porque andaba de viaje). Café y comadreo, paseos por la ciudad. Transmilenio, el Museo del Oro, el de Arte Religioso (imperdible), las obleas con arequipe (como una hostia gigante con manjar y otros, delicioso) y mucho más. Me pelaron la cámara así que perdí muchas fotos, pero mis queridas anfitrionas me prestaron una para el día del paseito.

Las anfitrionas en la Plaza Bolivar de Tunja
(pueblito colonial cerca de Bogotá).
Y de Bogotá volé para Chile pues, chicas y chicos, aterrizaje forzoso en Santiago, y de vuelta a mi sur. Ahora trabajando como loca para salir, espero, en julio rumbo a Asia.

¡Deséenme suerte!